La disfuncional distribución de alimentos, unida al aumento de los precios de productos básicos y las sanciones impuestas sobre los programas nucleares y de misiles de Pyongyang, han contribuido a lo que ya es una crisis de hambre en Corea del Norte, incluso antes de las devastadoras inundaciones y los tifones veraniegos. Las llamadas de ayuda por parte del régimen han quedado sin respuesta por parte de una comunidad internacional escéptica. Sólo se ha distribuido el 30% de la ayuda alimentaria de las Naciones Unidas para Corea del Norte.
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