El caos se impone en la capital egipcia, donde las barricadas y los controles de supuesta policía secreta son constantes. Los partidarios de Mubarak acosan a la prensa, requisan cámaras y obligan a los medios a abandonar la plaza Tahrir, donde permanecen concentradas 60.000 personas. Todo indica que se prepara un ataque contra los opositores para el que no se quieren testigos. "Estamos dispuestos a luchar hasta morir", dice uno de los manifestantes
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