Las ordenanzas municipales de 1900 son tan curiosas como la actitud respetuosa de la gente entonces, porque hoy es difícil ver a alguien dándole la razón al guardia que detiene al que orina en las calles. Las multas, que oscilaban entre las 5 y las 50 pesetas, sancionaban a los que llevaran caballos al trote por la calle o a los conductores de bueyes, cabras o vacas que no fueran atados, entre otros. Ya se contemplaban sanciones por el deterioro del mobiliario urbano, fuentes y monumentos públicos
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