Ayer mi mujer perdió el teléfono. Nos dimos cuenta en casa de mis padres, en una de esas tradicionales visitas para gorronear (casi cada semana) y para que vean al nieto. Ellos viven a dos ciudades de distancia (hay una entre la mía y la suya, 15 minutos en coche). Pensamos que estaba en el coche, pero no. Pensamos que se había quedado en casa, pero no.
Ya en casa, al no encontrarlo, decidimos llamar, dado que ella recordaba haberlo dejado con volumen y seguramente estaba escondido entre el desorden (habitual en mi casa, más desde que nació el niño).
Alguien descolgó el teléfono, era un hombre con un claro acento extranjero pero un castellano muy fluido en el que no recuerdo ningún error gramatical. Me dijo que vivía cerca de mi casa y quedamos en un punto conocido por ambos para que me lo devolviera.
Una vez allí le pregunté su nombre: Mohamed. Y me explicó que lo había encontrado en la carretera, en una de las rotondas que hay en el camino de desde mi casa hasta la salida de la ciudad. Al parecer, al subir al niño en el coche, dejó mi mujer el teléfono sobre el techo y lo olvidó. El teléfono aguantó lo que pudo, pero en la primera rotonda pronunciada, decidió salir disparado y Mohamed, que pasó poco después por allí con su coche, lo vio y lo recogió.
Esperó desde las 12:30, que lo encontró, hasta las 18:00 que llamamos. Le quise ofrecer algo de dinero, el poco efectivo que llevaba (10€), dado que el teléfono no tiene mucho valor. Salvo, claro, el valor sentimental: está repleto de fotos de la familia y del niño, de esas que "tengo que descargar un día de estos en el PC, o subir a la nube", pero nunca lo acabas haciendo. Algo que comenté con Mohamed y comprendió perfectamente: "otros no lo hubieran devuelto, pero yo pienso igual, todo eso tiene un valor y prefiero devolverlo". Ni qué decir tiene, rechazó el dinero que le ofrecí.
Supongo que cuento esto porque me pareció un buen acto y creo que hay que reconocer los buenos actos. Pero también por destacar quién era quien me lo devolvió. Me gusta juzgar a la gente por sus actos, y no por sus orígenes o religiones, o colores. Si tengo que juzgar a Mohamed, que no lo conozco, de momento sólo ha tenido una acto generoso conmigo, y eso dice en su favor.
En fin, ahí queda eso, sólo quería compartirlo con quien tenga interés.