Según explican Leslie A. Lyons en la revista Scientific American, el ronroneo no sería el reflejo pavloviano con que el Gran Arquitecto habría diseñado a los gatos, sino un mecanismo biológico que les ofrece una ventaja evolutiva. No es una expresión de placer: es un modo de evitar la osteoporosis. Su runrún consiste en inspirar y expirar a una frecuencia que va de los 25 a los 150 hercios, lo cual les permite mejorar la densidad ósea y activar los músculos del diafragma. En pocas palabras: ronronear les mejora la salud.
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