En los años sesenta, el sociólogo Stanley Milgran ideó un experimento para responder a la pregunta que durante años se venían preguntando muchos: ¿cómo era posible que tantos millones de personas hubieran sido cómplices del Holocausto nazi? ¿se podía justificar con que sólo estaban siguiendo órdenes? ¿se les debía acusar a todos de ser cómplices?
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