A finales de los años 50 Estados Unidos vivía una época de culto al diseño, una época dorada, llena de optimismo, que vió nacer a hitos del estilo como los 1957 Chevrolet Bel Air o los fantásticos Cadillac Eldorado, inmortalizados por estrellas como Elvis Presley. Una enorme corporación como General Motors arrancaba un ambicioso proyecto: una división especializada en transporte ferroviario cuyo primer y único producto era el General Motors Aerotrain, puro glamour y eficiencia sobre raíles.
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