Sin trabajo, sin dinero y sin futuro, los jóvenes españoles que estos días protestan por distintas causas en las calles de Madrid, Barcelona o Valencia tienen algo en común: nada que perder. Cuatro de cada diez no tienen empleo, el peor porcentaje de paro juvenil de la Unión Europea, los salarios del resto son precarios y aspiraciones que sus padres consideraron ordinarias, como el acceso a una vivienda o planear un proyecto vital, se han convertido en quimeras para ellos. Hace falta un rescate urgente y profundo de la juventud.
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