En un Japón donde se ha degradado el sentido de comunidad y de familia, los ancianos viven cada vez más solos y a veces fallecen sin que nadie lo note hasta que llega el olor. Esta es la historia de dos personas que quieren evitar la última soledad. Sin familiares ni visitantes, muchos de los habitantes de mayor edad pasan semanas o hasta meses en sus pequeños departamentos sin que haya rastro aparente de su existencia en el mundo exterior. Y, cada año, algunos de ellos mueren sin que se sepa hasta que los vecinos perciben el olor.
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