Garantías de derechos fundamentales que se van quedando en el camino: la tesis del efecto desaliento

Hace unos 20 años, el Tribunal Constitucional enunció la doctrina del efecto desaliento. Resumidamente, viene a decir que si un ciudadano se excede en el ejercicio de un derecho fundamental, la sanción que sufra por ello siempre deberá ser comedida y limitada. La razón es que, si los ciudadanos sufren castigos desproporcionados por extralimitarse en el ejercicio de un derecho fundamental (como la libertad de expresión), en el futuro temerán volver a usarlo por miedo a sufrir una sanción demoledora y, muy posiblemente, dejarán de ejercer sus derechos por el citado clima de miedo (ya que, en muchos casos, es difícil determinar dónde está la línea roja que separa el legítimo ejercicio de un derecho fundamental y la extralimitación en el mismo).

Siendo uno de los fines constitucionales más importantes el que los ciudadanos ejerzan sus derechos y libertades fundamentales, la imposición de castigos que, por su dureza, les disuadan de hacerlo, choca frontalmente con la Constitución.

En los últimos años, esta doctrina se ha ido olvidado poco a poco. La Ley Mordaza es un perfecto ejemplo de ello: impone sanciones de miles e incluso decenas de miles de euros por ligeras extralimitaciones en el ejercicio de derechos fundamentales como el de reunión o manifestación y la libertad de expresión. Las mismas conductas por las que ahora pueden imponerte 30000 euros de sanción, antes llevaban aparejadas multas de no más de 200 euros. Hasta la ONU ha pedido su derogación www.lavanguardia.com/politica/20150223/54427534351/la-onu-critica-refo

En el ámbito judicial, las penas de cárcel a tuiteros y humoristas por mensajes cuyo encaje en el legítimo ejercicio de la libertad de expresión es, en muchos casos, defendible, evidencia la peligrosa deriva que estamos tomando. Y cuando vemos que, por escribir y hablar, gente como Pablo Hasel puede acabar teniendo penas muy similares a la de Urdangarin por robar cientos de millones (y, a diferencia de él, puede llegar a entrar en prisión)...resulta evidente que el ansia represiva ha sustituido a la cordura.

Cuando el TC enunció la doctrina del efecto desaliento, ETA asesinaba todos los meses. Ahora que hay paz, ahora que el terrorismo no mata y los ciudadanos mantienen un absoluto pacifismo pese a las continuas agresiones que padecen en forma de recortes sociales y pérdida de derechos laborales y económicos, las condenas por hablar o escribir son más numerosas y duras que nunca. No hay razones para ello, salvo que el Gobierno y los poderes que lo mueven, quieren súbditos y no ciudadanos. Y están dispuestos a lo que sea para lograr su objetivo.

Sólo un detalle más: hará unos 10 años yo fui demandado por "vulnerar el derecho al honor" de un representante estudiantil de mi universidad. Mis palabras fueron duras pero justificadas, y la Audiencia Provincial de Murcia me amparó con esta sentencia www.poderjudicial.es/search/contenidos.action?action=contentpdf&da Fui absuelto entonces. A día de hoy, no sé si tendría la misma suerte.