Quién no haya mandado un SMS para ganar uno de los 500 coches que se sortean, un piso en la playa, mil euros al mes durante un año o el pago de cinco años de hipoteca que tire la primera piedra. De sobra es sabido, o debería serlo, que salvo la lotería de Estado, la Once y la Cruz Roja, que están exentos de impuestos, el resto de los premios no son tan chollo como parecen o pueden estar envenenados si el emisor de los mismos no hila fino el contrato o el receptor desconoce la letra pequeña.
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