Como si las incertidumbres energéticas y migratorias no fueran suficientes, un nuevo quebradero de cabeza viene a sumarse a la inquietud que el caos libio está provocando en la comunidad internacional: el destino de las armas químicas que aún conserva Muamar el Gadafi. En concreto, 10 toneladas de gas mostaza que el régimen se había comprometido a destruir antes de mayo.
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