Perdonadme que ponga un título como este, pero es que empiezo a pensar que la complejidad de nuestra sociedad se nos escapó hace tiempo de las manos.
De hecho, siento envidia por esos partidarios de la teoría de la conspiración que creen que hay alguien al mando, manejando los hilos. Ellos por lo menos pueden dormir tranquilos. Cabreados, pero tranquilos.
Yo soy más bien de la opinión de que si un día hacemos la revolución nos va a pasar como a los tíos aquellos que intentaron secuestrar un avión y, al entrar en la cabina, descubrieron que no había piloto. Eso sí que es una putada.
Si nos ponemos a buscar las causas de tanto desmadre, cada uno tendrá las suyas favoritas. Como sé dónde escribo, estoy seguro de que muchos estáis pensando en la desigualdad y la corrupción. Pero como para decir eso ya hay una legión de clones, voy a intentar ser original y riguroso a la vez.
Para mí, la culpa de que tantas cosas funcionen mal es de la especialización. Hoy en día, o eres especialista, el mejor en algo, o estás perdido. Los mejores trabajos y los mejores salarios son para hiperespecialistas en su campo. Por tanto, los mejores cerebros, las mejores mentes y la gente de mayor talla intelectual se especializa.
Vale, ¿Y quién queda entonces al cargo de la coordinación? ¿Quienes se ocupan de armonizar y planificar el funcionamiento a largo plazo de todos esos brillantes especialistas?
Pues es obvio, amigos: el resto. Los que no son tan brillantes, ni tan imaginativos, ni tan ingeniosos. Los coordinadores acaban siendo los que no consiguieron ascender como especialistas.
La conclusión es obvia: la jodimos.
A lo mejor hay que volver a formar mentes multidisciplinares.
A lo mejor, ¿eh?