Ciudades completamente desiertas, carreteras que llevan a la nada y animales moribundos que vagan entre la radiactividad. La Zona de Exclusión Nuclear de Fukushima es desde hace un año un lugar fantasma envuelto en un silencio sepulcral. Una quietud rota sólo por el croar de cuervos que sobrevuelan las localidades abandonadas y la visita ocasional de miembros de equipos de descontaminación enfundados en sus trajes aislantes. Todo, desde tiendas a viviendas, desde las estaciones de trenes a los colegios, permanece tal como lo dejaron...
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