¿Qué lleva a decenas de personas a reunirse un jueves por la noche en un angosto local de Madrid para escuchar la misma canción en bucle durante tres horas y media por segundo año consecutivo? La estupidez, dicho como el mejor de los cumplidos y sin atisbo de ironía. Lo de la otra noche fue algo totalmente inútil: no estábamos ahí para demostrar nada ni hacer algo artístico. La entrada era gratuita, así que tampoco fue un acto benéfico.
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