No siempre eran descendientes de enterrados allí. Bastaba con que fueran hijos de quienes eran rojos a ojos de los rebeldes, que los inhumaban en la fosa sin apenas control. "Un niño que iba a la cárcel con su madre, si moría de hambre o tifus, iba allí. Uno muerto en un bombardeo, también", explica una fuente de la investigación. Más de un tercio de estas víctimas infantiles (132) estaban en el sector 8, donde abundan las inhumaciones en féretro de cuerpos llegados desde la prisión provincial.
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