Tras doblegarlos, se imponían "deberes y responsabilidades constantes que nunca finalizan", llegando a existir unos "contratos de esclavitud" en los que los adeptos "debían comprometerse a no descansar y a estar disponibles las 24 horas para las necesidades de A.J.R.P.. El maestro imponía "sesiones religiosas o de adoctrinamiento" maratonianas, de hasta 7 u 8 horas que no eximían del resto de responsabilidades. Además del agotamiento físico con todo lo anterior, conseguía el mental con "acusaciones injustas, humillaciones públicas e insultos"
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