A diferencia de grandes corporaciones tecnológicas estadounidenses como Apple, Ferrovial no nació en un garaje, sino en un ático del centro de Madrid, junto al Museo del Prado. Corrían las Navidades de 1952 y su fundador, Rafael del Pino Moreno, un joven ingeniero de caminos, acababa de adjudicarse un contrato de Renfe para cambiar las traviesas de madera que sirven de soporte a los raíles. Con dos millones de pesetas de capital social (un dinero que en la época daba para comprar una veintena de pisos) se fundó una empresa que creció al calor
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