Ayer, al mediodía, estaba yo comiendo con unos compañeros del trabajo cuando me sonó el móvil. Daba yo buena cuenta de una lubina a la plancha feliz en mi ignorancia de los sucesos acaecidos en Francia. No me había enterado de nada. Era un periodista de un medio español, de tirada nacional y con muchos lectores cuyo nombre (háganse cargo) no mencionaré. La conversación fue, aproximadamente, como relato a continuación:
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