Toda mi vida creí que me habían hecho un gran favor quemando sus sujetadores por mis derechos a la educación y a la igualdad salarial. Y me convertí en una ciudadana correcta, terminando mis estudios universitarios y marchando a buen paso por el transitado camino de la vida profesional. Eso sí, una feminista que se pintaba los labios y no pasaba un solo día sin zapatos de tacón alto, pero feminista al fin y al cabo. Y entonces tuve un hijo. Ahí es donde me mintieron.
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