Felipe González, el ex presidente del Gobierno español, se atrevió ayer a pedir en Rabat aquello que ningún otro huésped de Marruecos osó hasta ahora sugerir en público: un recorte de los inmensos poderes del rey. Lo hizo con numerosas cautelas, pero aun así sus palabras contrastan con las alabanzas sin matices que los políticos españoles, empezando por los socialistas, suelen hacer de la evolución del sistema marroquí.
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