En el siglo XVIII se puso de moda entre las mujeres de clase alta europea el corsé, un corpiño que se ajustaba con unas cintas al tronco de la usuaria, con intención de estilizar la figura. La cintura de avispa se lograba, sí, pero a qué precio: muchas mujeres se desmayaban por la falta de aire porque el corsé comprimía su caja torácica, deformando las costillas. El corsé siguió usándose hasta los albores del siglo XX, momento en el que entraron en nuestros nuestros vestidores los zapatos de tacón de aguja, los pantalones pitillo...
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