Marta recuerda que Alberto “no quería que gastáramos, lo que quería era una familia feliz, que es lo que él creía que se merecía". “Es muy duro ver a un niño hambriento, preocupado por saber si hoy va a tener algo para comer, observar cómo arrima la silla a la mesa diciendo ‘Voy a ver si hay comida’, y al no encontrar ningún plato preparado, bajarse murmurando ‘No, no hay comida’. Es triste ver el miedo en sus ojos, verle agachar la cabeza al pasar por su lado y cerrar los ojitos al ver una mano cerca de su rostro”.
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