Aún si no compran la idea de que Facebook es un híbrido, extensión de un programa imperialista cruzado con una herramienta masiva de recolección de información, no se puede negar que, como negocio, es absolutamente genial. A sus dueños, les basta con sentarse a ver cómo millones de adictos a Facebook ofrecen de forma voluntaria información sobre su identidad, fotografías y listas de sus objetos de consumo favoritos.
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