Existe un tipo de clase social que no tiene vergüenza. No porque tenga más morro y el umbral del sonrojo más elevado que el de las clases populares, sino porque para tener vergüenza es preciso tener conciencia de haber cometido alguna falta o de perturbar alguna convención social de manera humillante o sonrojante. Ellos no tienen vergüenza porque consideran que cualquier actividad que les proporcione un beneficio por su simple existencia es un privilegio que les es debido.
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