De la misma manera que sobre la guerra en Ucrania no escribo más por aquí y mi posición es conocida (me remito a un par de artículos que ya publiqué en Meneame), con respecto a la crisis actual en Israel voy a dar mi opinión por si a alguien le sirve, intentando ir más allá de un simple comentario, y ya me voy a callar.
Yo estudié Historia, de modo que estoy familiarizado con la idea de explicar causas de procesos históricos. Pero si esto lo necesitamos es ―esto no se suele comentar tanto― para encontrar alternativas, porque si no el debate suele caer en el "y tú más" que solo beneficia a las élites de cualquier sistema. Escribiré esto y como digo ni menearé noticias del tema, ni las negativizaré, ni comentaré. En gran medida, este nuestro foro ―no se me ofenda nadie, pero es lo que pienso― es bastante irrelevante en el plano político, o de eco mediático al respecto, pero bilis en los hilos se forma a raudales y amigos, penséis lo que penséis: no merece la pena la pérdida de energías y de equilibrio en hacer mala sangre en una web. Voy a hacer un resumen rápido del artículo: cuando visité Israel pasé mucho miedo, conocí tanto a gente israelí como a palestina que me parecieron mayoritariamente fundamentalmente buenos, y me deprimí un poquito porque aunque parece una obviedad, vi que unos y otros se merecen vivir tranquilos y en paz, pero no se ha conseguido. Tal vez porque precisamente necesitamos alternativas más que explicaciones (aunque éstas nos puedan servir para aquellas).
Bien, empecemos diciendo que soy un caguetas. Un miedica, qué le vamos a hacer. Pero por diferentes circunstancias de la vida y por mis cambiantes (no en el fondo, pero sí en la forma) principios no paro de meterme en charcos metafóricos y literales. Resulta que uno de mis mejores amigos, muy de izquierdas por cierto, vive bastante tiempo por cuestiones laborales en Israel. Nos llevamos visitando el uno al otro por un montón de lugares desde que nos conocimos en otro país hace ya doce años. Cómo pasa el tiempo.
Israel como país y el próximo oriente siempre me han interesado, fundamentalmente por cuestiones históricas. Yo tiré hacia la Historia contemporánea, pero como buen anarquista agnóstico que soy, siempre me ha parecido muy relevante la historia de las religiones, así como de las civilizaciones antiguas, de las que somos más herederos de lo que a veces pensamos. De modo que ―ya podéis imaginar― es un lugar de enorme interés para mí en diferentes planos: antropológico, político y cultural. Pero como os digo, soy un miedica, así que es de los emplazamientos que estaba en mi lista de asuntos pendientes. Y encima ideologicamente me resistía, al fin y al cabo he estado en alguna que otra concentración contra los asentamientos ilegales. No obstante uno de mis principios más fuertes, cada vez más, es ver a los amigos todo lo que puedo, porque con los años estoy viendo que el estar cerca de gente buena es más importante incluso que la ideología. De modo que cuando él me dijo "ven" pues no lo dejé todo, pero le respondí sin dudarlo: "vale, arreglo el visado y voy para allá". A lo que él respondió: "no hace falta visado". Menudo experto geopolítico de chichinabo estoy hecho, pensé para mis adentros.
Fue uno de los viajes de mi vida, tanto en cosas buenas como en canguelo. Creo que no llegué a estar relajado en casi ningún momento, desde el propio vuelo de ida en el que un señor muy fornido y que seguramente sabría como acabar conmigo de 585 formas tocándome y de 264 sin hacerlo se sentó a mi lado en el avión. Yo lo apodé cariñosamente ―sin decírselo, claro― como "el visado". Vale que nadie me tenía que poner un sello en el pasaporte, pero sí este caballero estimaba que yo era cualquier tipo de amenaza ya me lo pondría en la cara y me facturaría directamente para casa. Igual ni me hacía falta avión ni nada de la hostia. Por suerte soy un encanto (seguramente vería mi fondo de móvil con mi querida gata como protagonista) y escasa amenaza para nadie, la verdad. Al menos física, porque igual metechapas sí soy un rato.
Tampoco os voy a aburrir mucho con los detalles. Baste decir que el colmo de un miedica son las situaciones de acojono. Llegué por la noche y tras pasar la aduana en la que había un amable señor con un perfecto castellano de Argentina al que le caí bien (y él a mi) el tren del aeropuerto a Jerusalén se retrasó un par de horas. Pues nada, yo paseando por el andén con muy poquita gente y de repente me encuentro con una bolsa de plástico, aunque bastante consistente por algo que no se podía ver en su interior, abandonada. Entre el tiempo que avisé al señor de seguridad que estaba en una garita y fue a mirarla pues claro, ya podéis imaginar, pensé 18 veces que iba a morir allí mismo. La abrió con un aplomo encomiable, dijo que eran restos de basura, se cagó en el lumbreras (¿juró en hebreo? más bien en inglés) que se había dejado allí eso y me dio las gracias. Yo lo escuché tan apenas: estaba al borde del colapso.
No fue una visita turística al uso. Vimos por nuestra cuenta lugares emocionantes como Galilea (ya digo que soy agnóstico e historicamente, en sentido estricto, la Biblia no es más que una amalgama contradictoria de diferentes tradiciones pero, en fin, vivimos en un mundo en gran medida judeocristiano, así que ver los lugares por los que paseó Jesús ―y nosotros corrimos porque casi perdimos un autobús―, por mucho que casi seguro que historicamente no fuera más que un judio con creencias apocalípticas, pues como que te da un no sé qué) y gracias a mi amigo conocí a personas muy interesantes: desde gente israelí de izquierdas metida en política, hasta palestinos que nos contaron como es su día a día, pasando por trabajadores de cooperación de los pocos que pueden entrar en Gaza. Mientras tanto pasamos a pie algún checkpoint de Cisjordania de los que suelen usar los palestinos (lo que también fue toda una experiencia: me temblaban tanto las manos que no atinaba a quitarme el cinturón), contemplamos actos de provocación de algunos residentes de ambos lados ―de nuevo demasiado cerca como para pensar que iba a morir― y nos perdimos alguna que otra vez por las callejas de Jerusalén. Por cierto que cuando te subes a un autobús está el "ejército": es decir un chaval o chavala (yo que ya voy siendo pureta los veía poco más que niños) con un fusil automático. Madre del amor hermoso. También soy tan gilipollas que abrí los ojos debajo del agua del Mar Muerto. Ya véis, como en la piscina. Mientras corría a la orilla con fuego en los globos oculares, desde algún altavoz alguien juraba de nuevo en hebreo, en esta ocasión para echarme a mí la bronca. Y merecida. Por suerte me lavé rápido y no me quedé ciego. Sí, eso puede pasar. Muy bien por mi parte leerlo después de hacer el imbécil y no antes.
Bueno, pues que vi gente normal que a un lado y otro del muro tratan de vivir lo más tranquilos y felices posible, como en cualquier sitio. Algo difícil por allí, yo no sé si me acabaría acostumbrando a los controles, a gente armada por los dos lados, a los cocteles molotov, a los controles constantes... Efectivamente, las situaciones de violencia se explican por diversos factores históricos (la multicausalidad es importante en la Historia): actos políticos inhumanos de desplazamiento y muerte de civiles por parte de la política de demasiados gobiernos israelíes (con resistencia interna como Breaking the Silence, por ejemplo), por el uso que de la población palestina han hecho también los países musulmanes del entorno (tampoco ningunas hermanitas de la caridad: cuando Israel fue instaurado legalmente como país en 1948 por resolución de la ONU no se les ocurrió otra cosa que invadirlo, esperando masacrar a la población del nuevo país), por la fanatización producida por las injusticias, etc. Ahora bien, ¿qué aprendemos con esto? Que la dureza extrema no sirve ni para vencedores ni para vencidos. Solo alimenta un continuum que, lo siento por decirlo a las claras, nos está llevando al borde de la extinción. Estamos en una crisis climática, económica y política de nivel del libro "La carretera" de Cormac McCarthy pero seguimos apelando a las soluciones que en realidad son así mismo causas que nos han llevado hasta aquí. En gran medida la política exterior y la economía de occidente es un desastre porque está teledirigida por élites turbocapitalistas. Eso explica muchos de los problemas actuales. Pero no nos engañemos, ni lo que representa el Kremlin con su nacionalismo imperialista, ni lo que representa Hamas con su fundamentalismo que dejaría a un obismo estándar de España a la altura de un activista LGTBI, ni lo que representa China con su propio turbocapitalismo y su Gran Hermano, son alternativas que lleven a nada útil. Y lo siento, porque fui comunista en su día: pero aunque el materialismo histórico sirve para explicar algunos procesos históricos, no todos, ni Marx que fue un señor que vivió en el siglo XIX ni mucho menos Lenin con su idea de vanguardia armada ―que ha roto más de lo que ha arreglado, por cierto― nos sirven como mesías. Hay que encontrar cosas nuevas, nuevas soluciones. Y nos lo recuerda la trayectoria de gente como Snowden, quien al denunciar miserias "occidentales" hizo bien en exiliarse en Rusia, o los valientes periodistas de Novaya Gazeta que han tenido que irse de Rusia (tras sufrir asesinatos) por lo mismo. Necesitamos algo nuevo, no "explicar" más o menos los procesos históricos en función de quien nos cae mejor o ―ya el colmo― peor. Ahí va una de mis sugerencias (gracias Kim Stanley Robinson): naciones con cada vez menos poder, repartiendo este entre organismos internacionales y administraciones lo más locales posible. "Que es que los gobiernos no quieren", decimos. Claro que no quieren, porque a las élites les va bien así, aunque nos vayamos todos a "cascala" (ellos también). Pero ¿es que nos hemos olvidado de que existen las huelgas, la resistencia no violenta, el cambio de modos de vida? Y sí, nosotros se lo tenemos que pedir a nuestros gobiernos (hola ejecutivo más progresista de la historia, ¿cómo va la derogación de la ley mordaza?) pero los rusos al suyo, los chinos al suyo y así. Los caudillos no son fuertes ni aun cuando ganan guerras. Todos los imperios han caído, lo que tenemos que buscar antes de la exinción es la mera sustitución de unos por otros.
Adenda ética. El asesinato de civiles es criminal, independientemente de procesos históricos. Sin más vueltas Ni la fiesta en la que los criminales de Hamás han asesinado a centenares de personas estaba "muy cerca" del muro de Gaza, ni es que se hace la mili en Israel, ni gaitas. El que hace eso no tiene ni un ápice de separación con el mayor criminal del otro bando, nada. Es lo mismo. Sí puedo entender a quien en una invasión u opresión se enfrenta a las fuerzas armadas. Desde una perspectiva filosófica y política entraría en mi opinión en el concepto de legítima defensa. Pero los ataques indiscriminados contra civiles no tienen justificación ni nada de romántico. Y voy a decir algo que por desgracia no es muy popular. Renuncio a cualquier tipo de venganza. Evidentemente si alguien me hace algo a mí o a mis seres queridos buscaré justicia ―o la pediré de no haberla―, basada además por un lado en la busqueda de la comprensión del criminal de lo que ha hecho, pero también en la reinserción. Y si no la consigo, porque vivimos en un mundo imperfecto, por desgracia tendré que lidiar emocionalmente con ello. Pero nunca encontrará en mí la mínima comprensión alguien que asesina, tortura y viola civiles. Ni su posición ni su lucha sirven para nada, más allá de colocar otra baldosa ensangrentada en nuestro camino a ninguna parte.
Voy a llamar a mi colega, a ver por donde para (por suerte no se ha visto afectado por los sucesos recientes). Y volveré a verlo, que lo quiero mucho. Al fin y al cabo, cosas así de pequeñas son las que cada vez me van pareciendo más revolucionarias.