Un estudio concluye que la envidia es una emoción tan fuerte que el cerebro la incorpora como un dolor, lo que potencia, a su vez, el agrado al saber que el otro fracasa. Una persona envidiosa no sólo siente un rencor profundo y hostil cuando hay otra que tiene lo que desea, sino también, disfruta cuando el envidiado pierde algún bien o capacidad.
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