Como si no fuera duro de por sí ser un campesino feudal. No solo había que soportar toda una vida de miseria, trabajo penoso y gachas, sino que el señor se presentaba en tu casa la noche de bodas. Antes de que un matrimonio entre campesinos pudiera consumarse – eso dice la leyenda – había que entregar a la avergonzada novia en el castillo, donde se veía obligada a sacrificar su virginidad con el brutal amo.
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