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El exilio tibetano afronta con realismo que la redención de su país va para largo

“Ser exiliado es una gran tristeza, todo te hace recordar que careces de país propio, pero a la vez es un impulso de lucha”. La relación con los inmigrantes chinos es complicada. “Nos tienen por terroristas, separatistas, es lógico con la educación que han recibido”. ¿Cómo ve lo de regresar al Tibet? “Mi idea es esa, no me costaría, tengo facilidad de adaptación, he tenido que tenerla; pero lo veo lejos, hay que ser realista. Ahora ya llevamos tres e incluso cuatro generaciones en el exilio. Lo importante es la continuidad. Mantener la cultura.

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