Sucedía en septiembre de 2001. El entonces alcalde de Teo, Armando Blanco, quedó cautivado por unas sillas reales, en especial por un trono de más de treinta kilos de peso y ostentosa apariencia que parecía encaminado a ocupar en breve el salón de plenos del concello teense. Especialmente llamativo es el solemne sillón del alcalde, de más de 1,75 metros de alto y acolchado en rojo. El gran tamaño de las sillas no era acorde con las obsoletas dependencias del salón de plenos, por lo que nunca fueron utilizadas.
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