Desde los ingenieros subcontratados de las grandes empresas de Internet hasta los pequeños operarios pagados por pieza, el mundo digital ofrece nuevas oportunidades a los capitalistas para ganar dinero a costa de los trabajadores burlando las leyes de protección de los trabajadores vigentes en los territorios.
¿Se ha preguntado alguna vez cómo las plataformas de Internet que ofrecen principalmente contenidos generados por los usuarios (por ejemplo, Facebook, YouTube) se las arreglan para garantizar que ninguna foto pornográfica espectacular o una llamada al odio racial lleguen a aparecer en su feed de noticias o entre dos vídeos de chat? Naturalmente, usted dirá: robots, algoritmos.
En realidad, no hay algoritmos suficientemente eficaces para filtrar realmente las cloacas de Internet; lo que se ve y se lee ya ha sido depurado por hombres y mujeres, y muy probablemente incluso por una mujer, filipina, estudiante, pero sin muchos medios. Detrás de una interfaz lisa e impersonal, es en realidad un mundo de trabajadores precarios que se desgastan con tareas que entorpecen la vida. Si estas tareas se subcontratan cada vez más a Filipinas, es porque son tan violentas y sin sentido desde el punto de vista psicológico que los trabajadores estadounidenses o europeos se agotan, bastando unos pocos meses para sumirlos en la depresión o el agotamiento: se trata de pasar los días frente a un hilo de imágenes, textos, vídeos que se desplazan -no muy diferente al trabajo encadenado de la gran industria-, un hilo compuesto esencialmente por insultos racistas, pornografía, a veces pedofilia, zoofilia, asesinatos, accidentes de tráfico sangrientos, etc. [1]
ENTRADA DE DATOS Y GRANJAS DE CLICS
Estas manitas invisibles están asumiendo una parte creciente del trabajo interno de las empresas, tanto en el sector de Internet como en otros. La deslocalización de actividades digitalizables (conocida como e-outsourcing) se ha convertido en algo masivo desde la década de 2000, y afecta especialmente a la creación de contenidos, incluyendo I+D, desarrollo de software, entrada de datos, logística o gestión de RRHH, finanzas, ventas, servicios al consumidor (consultoría, servicio postventa y otros), y diversos servicios absurdos realizados en "granjas de clics", como la venta de likes o seguidores para aumentar artificialmente la aparente popularidad de un contenido; Esto abarca desde los trabajos más cualificados hasta las tareas más ingratas, que son realizadas mayoritariamente por mujeres.
Todo ello representa un mercado de entre 100.000 y 400.000 millones de dólares al año, dependiendo de cómo se defina la deslocalización digital. India, que ofrece ingenieros altamente cualificados de habla inglesa a bajo coste, fue la primera en ver cómo se desarrollaba esta práctica, al igual que Barbados y Filipinas para los servicios de bajo valor añadido. Luego vinieron Sri Lanka, Madagascar, la República Dominicana, y finalmente, en la década de 2010, China y Vietnam para las empresas japonesas, y muy recientemente Europa del Este para las inversiones norteamericanas y europeas.
Los capitalistas no tardaron en aprovechar la oportunidad que ofrecían las redes digitales para liberar el capital del espacio y constituir una competencia mundial aún más fluida que antes. A partir de 2002-2003 han surgido gigantes en el campo de los servicios empresariales a distancia (como Accenture, EDS o Siemens Business Services), cada uno con una división interna del trabajo a nivel mundial. Se está haciendo posible que todas estas empresas y sus clientes pongan en competencia a trabajadores de todo el mundo en tiempo casi real, sorteando así fácilmente las normativas sobreprotectoras, los altos salarios o la resistencia que se organiza.
Sobre el terreno, esto se traduce en que los trabajadores son explotados a veces por la noche, para igualar el horario diurno en Estados Unidos o Europa, y en empleos a menudo muy precarios, por salarios generalmente superiores a la media de los países en cuestión, aunque la competencia tiende a nivelarlos. Pero aquí también nos mantenemos en el marco de las relaciones empresariales clásicas, con lo que parece un contrato, una jerarquía y un lugar de trabajo. Silicon Valley ha encontrado una forma de llevar la explotación más allá, trayendo de vuelta al trabajador autónomo pagado diariamente.
La economía capitalista peer-to-peer es ante todo lo que se entiende por "uberización de la economía": una empresa tiene un ejército de trabajadores y clientes conectados y pone su plataforma y algoritmos a su servicio para ofrecer a cada cliente el trabajador que le convenga en la cercanía, para realizar un trabajo y ganar una buena comisión en el proceso, se sobreentiende.
En Francia, sólo conocemos realmente Uber, el servicio de alquiler de taxis para particulares. En Estados Unidos, en cambio, además del transporte (Uber, Lyft), se ha extendido a la entrega de paquetes (Postmates), a las cestas de comida (Instacart), a las tareas domésticas (Homejoy) e incluso a cualquier cosa (Taskrabbit). Se trabaja solo frente al cliente, sin un empleador visible, sin un colectivo que le ayude a sobrellevar o reflexionar sobre su situación, e incluso en competencia con cualquier otro compañero; también se trabaja sin que esto sea reconocido como trabajo, y por lo tanto sin protección ni contribuciones.
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Traducido por Jorge Joya
Original: www.socialisme-libertaire.fr/2016/02/e-travail-l-uberisation-une-nouve