Cuando Darwin publicó el Origen de las especies sabía la que le iba a caer. O, dicho de otro modo, conocía las implicaciones teológicas que su teoría acarreaba. Era en cierto modo natural y previsible que se armara tanto revuelo en las instancias religiosas. Lo que no es natural es que todavía exista quien, con argumentos basados en la Biblia, pretenda hacer creer que lo que Darwin demostró, que los seres vivos están unidos por lazos de parentesco evolutivo, no es más que una peregrina teoría.
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