Europa se acorcha. Los ciudadanos no piden responsabilidades, no exigen que se cumplan los mínimos. Aguantan con estoicismo el desarrollo de leyes xenófobas en Italia y Francia. Y dejan sin castigo a quienes nos han metido en el peor embrollo económico desde 1929. Sin castigo y con premio. ¿Volverá la política a Europa? ¿Volverán la rabia y el desorden democrático?
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