Según los investigadores, si se usaran en gran escala las hormonas de crecimiento se reduciría el número de vacas que se necesitan para producir leche. Eso aliviaría la demanda de maíz y soja y se disminuirían la emisión de gases invernadero al aminorar el estiércol cuya descomposición origina metano, uno de los gases invernadero. Para ilustrar su teoría, manifiestan que la administración de las hormonas de crecimiento a un millón de vacas tendría el mismo efecto que sacar de circulación 400.000 automóviles o plantar 300 millones de árboles
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