El 28 de enero de 2013 un equipo de científicos comandado por la geóloga belga Vinciane Debaille divisó un punto negro sobre el hielo. Se encontraban en la plataforma Nansen, 140 km al sur de la base Princesa Isabel, en la Antártida, una zona que llevan años recorriendo en busca de pequeños fragmentos de meteorito. Pero lo que tenían ante los ojos era algo distinto, un objeto negro y grande que desafiaba todo lo que habían encontrado hasta entonces.
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