Hay algo que hastía, que perturba. Sin darme cuenta, estoy parada más cerca de lo recomendable frente al televisor, con la mano en una oreja, como si a un audífono inexistente se le hubiera acabado la pila. tres partidos completos y mucho tiempo de manipulación con los niveles de audio para darme cuenta de que lo que me molesta son las trompetas. Las famosas vuvuzelas. La última vez que sentí los oídos abombados después de un “evento” debe haber sido a la salida de una discoteca, hace inconfesables muchos años.
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