El desprecio de nuestro país por la inteligencia ha producido varias diásporas. En el siglo XV los cristianos expulsaron a los judíos; la Inquisición llevó a la hoguera o metió en las mazmorras a quienes se atrevían a investigar. Los sucesivos espadones del siglo XIX llenaron Francia e Inglaterra de liberales españoles que huyeron para salvar el pellejo. Medio millón de republicanos fueron brutalmente condenados al exilio al final de la Guerra Civil y ahora llega la última diáspora. La maldición de siempre.
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