España llega a la Semana Santa con dos medidas que chocan entre sí. La primera, contener la movilidad nacional para llegar en la mejor situación epidemiológica al verano, momento clave para que el tejido productivo coja aire. De ahí que las comunidades autónomas se hayan cerrado perimetralmente y se restrinjan los viajes entre regiones a los de fuerza mayor o por trabajo. Sin embargo, hay una segunda que niega la mayor o al menos resulta contradictoria con la anterior: se mantienen las puertas abiertas a los turistas del resto de Europa.
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