Ni un trabajador despedido ha destruido un avión con una excavadora, ni una mujer ha defecado en la mesa de su jefe tras ser agraciada con la lotería. El ‘Efecto Facebook’ está mermando nuestra capacidad de discernir entre lo real y lo verosímil. El ansia por compartir estas noticias los primeros para ganar visibilidad entre nuestros seguidores hace que dediquemos menos tiempo a comprobar su veracidad o ni tan siquiera pinchemos en ellas.
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