Plinio cuenta que algunos empleados de los gimnasios donde entrenaban los atletas y gladiadores romanos recogían el sudor, la suciedad y los aceites que se quitaban de su piel para guardarlo y venderlo después a un precio disparatado. Pero, ¿por qué? Todos nos asombramos (aunque estamos empezando a acostumbrarnos) ante los transplantes de órganos.
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