Ni aglomeraciones de fervor religioso en el aeropuerto ni multitudes vitoreantes. La visita del papa Benedicto XVI a Reino Unido comienza con una sensación más parecida a la indiferencia que a la expectación. En Edimburgo, la primera parada de su viaje de cuatro días, no se ve ningún grupo que espere al Sumo Pontífice, a menos de una hora de que el avión aterrice en el aeropuerto de la capital escocesa. La céntrica calle de Princes Street lleva cortada al tráfico desde las 7.30 de la mañana, pero nadie se agolpa allí.
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