Cuando un peligro amenazaba a la República (y más tarde al Imperio), los magistrados romanos intentaban conocer los designios divinos antes de tomar cualquier decisión. Para ello recurrían a diversos métodos, siendo el más habitual la observación de las aves; pero en ocasiones los dioses permanecían mudos o su mensaje resultaba ininteligible. Entonces, como último recurso, y si la gravedad de la situación así lo requería, el Senado ordenaba consultar los Libros sibilinos, una misteriosa recopilación de oráculos...
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