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Encuerarse en el zócalo

Al indicarnos que bajáramos las cabezas, la chilanga dicencia sale en un grito para avisarle a los compañeros en cueros: ya oyeron cabezas abajo…no se me exciten. Aunque esa advertencia no fue necesaria ante un entorno de medición involuntaria de tamaños de penes y una observación minuciosa del cuerpo del otro tan pronto nos sentimos un poco más a gusto y con mayor expansión. Caminábamos en filas horizontales, como en marcha, llenando la 20 de noviembre adyacente al zócalo. Con mucho cuidado entre fila y fila hacíamos prudentes altos...

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