En Grecia, aunque algunas parcelas aún están disponibles, su precio suele rondar los 150,000 euros. Quien no puede permitírselo tiene dos opciones: la incineración, o alquilar una tumba durante un máximo de tres años. Tras ese plazo, un operario del cementerio desentierra los restos y los mete en unas cajas, que se apilan en almacenes. Así, la tumba vuelve a quedar libre para otro usuario. La incineración se legalizó en el 2006, pero aún no se han construído crematorios, con lo que hay que llevar el cuerpo a otros países, como Alemania.
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