Hubo un tiempo en que si el columnista dedicaba su pieza al señor Aznar el número de visitantes a un artículo subía como la espuma; si el columnista, además, colocaba dicho apellido en el título podía llegar a sentir en su ordenador la excitación de la parroquia digital. Ese subidón de la temperatura sólo se alcanzaba y se alcanza, según me informan mis compañeros, cuando la palabra "sexo" está por medio...
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