Zapeando a la hora de la siesta, logré aguantar un minuto del partido de tenis entre Hollande y don Mariano. Un minuto es todo lo que pude ver antes de cambiar rápidamente de canal: si no seguí mirando no fue exactamente por asco sino más bien por lástima. Era un espectáculo deprimente, patético, del estilo de esos realitys donde gente sin ningún pudor exhibe el culo ante la cámara...
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