Los servicios sociales quieren internar, en un centro de menores, a un niño gitano de nueve años, arrebatándoselo a sus padres por el delito de estar gordo. Quizás no estemos ante los mejores padres del mundo, puede que el consentimiento haya alcanzado un grado extremo. Pero, ¿qué consentimiento no lo es? ¿Les arrancamos los hijos a todos los padres consentidores en esta época de familias dimisionarias? ¿A los que les compran toda la ropita, todos los inventos tecnológicos?¿Cuál de esos excesos es peor? ¿El de no saber asumir sus propias vidas?
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