Abrir sucursales evangélicas en Brasil es una tarea sencilla y exime a sus fundadores de pagar impuestos. Las iglesias evangélicas en Brasil, que son de lo más variopinto que se pueda imaginar, roban cada año a los católicos un millón de fieles. Y son también un gran negocio, por eso se desparraman como los hongos. Bastan incluso un garaje y un pastor, que se forma durante unas semanas con unos cursos bíblicos, para abrir la sucursal de una de ellas.
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