Los alumnos de esa lejana y abandonada comarca chaqueña, tenían dificultades de comprensión lectora. Aprendían a leer con libros extranjeros que les hablaban de mariscos ahí donde no hay mar, del oso polar, donde el sol calienta más de 40° a la sombra. Le sugirieron escribir un libro sobre la realidad local y sus alumnos la ayudaron. Cuando le tocó hablar en la presentación del libro, lanzó un llanto que fue más elocuente que cualquier discurso. Había logrado entregar a sus alumnos, la herramienta de lectura que siempre necesitaron.
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