Fuera hace sol, pero la casa de Marian Mirita está helada. Sólo una Biblia en rumano y dos monedas de 20 céntimos sobre una de las cuatro camas que hay revelan que no está abandonada. Hace meses que cortaron la luz y el agua. No hay ropa en el armario ni fotografías o recuerdos en las paredes de ninguna de sus dos habitaciones; tampoco hay nada en la pequeña cocina. El baño está fuera, en un patio medio revestido de hierba y maleza. Esto es Prepeleac, uno de los barrios más pobres de Targoviste, una pequeña ciudad al norte de Bucarest.
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